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¿Por qué entran ganas de morder, pellizcar o arañar durante el sexo?

Elmundo.es Si has sentido alguna vez la necesidad imperiosa de pellizcar un encantador morder o has abrazado a alguien con mucho cariño pero tan fuerte que se escabullía como un gato para tomar aliento, sin duda, eres una víctima más del fenómeno denominado ‘cute aggression’, o lo que es lo mismo, ‘agresión ante lo adorable’.

Esta agresividad, aparentemente contradictoria, cumple una función que no es otra que conseguir moderar la intensidad de aquella emoción que nos sobrepasa.

Solemos poner en práctica estas conductas más veces de las que pensamos, por ejemplo, con personas a las que tenemos mucho cariño, siendo un clásico de abuelas y abuelos aquello de apretar mofletes y dar besos metralleta a esas mejillas regordetas de los peque de la casa y, a veces, de los no tan peques. Ver otros estímulos, como un lindo cachorrito, también activa una respuesta agresiva «encantadora» como puede ser achucharlo irremediablemente al despertarnos una ternura especial.

Pero sin duda alguna, el mayor despliegue de estas muestras de amor explosivo se realizan en la intimidad de la pareja o con aquellos compañeros de juegos eróticos que te ponen a mil sexualmente. Quizá, lo pasemos por alto en el durante, pero después nos encontraremos el arañazo en la espalda, la mano marcada en su nalga o el tremendo chupetón en el cuello.

Pero estos deseos y conductas parecen tener una explicación científica. Según el psicólogo especializado en neurociencia Nacho Roura, más conocido como @neuronacho, esta sería «la expresión dimórfica de las emociones, pues las emociones se pueden expresar de maneras muy diversas.» Por ejemplo, en ocasiones lloramos cuando estamos alegres u orgullosos, o reímos al sentir mucho miedo.

Su efecto ayudaría a alcanzar, de nuevo, un nivel óptimo en nuestro organismo y recuperarnos antes del secuestro emocional extremo que estamos sufriendo.

Cuando una persona se encuentra en una situación estresante, de elevada tensión o ha realizado un gran esfuerzo para conseguir una determinada meta, es más probable que estas manifestaciones aparezcan con mayor facilidad.

Asimismo, «los primeros estudios de neurociencia en el campo sugieren que, detrás de estas emociones, están los circuitos cerebrales implicados en la regulación emocional y en el procesamiento de las recompensas», comenta Roura, citando dos estudios de la profesora Aragon,O.R,Clark,MSDyer,R, & Bargh,J. o Stavropoulus,K. & Alba, L.A. publicados en la revista Psycological Science.

Por supuesto, algunas personas controlan mejor sus impulsos y otras se dejan llevar. Sin embargo, el deseo de hacerlo parece que nos inunda a todos los seres humanos. «Desde la perspectiva evolutiva se propone nos ayuda a salir de un trance que nos provoca emociones positivas muy intensas, no vaya a ser que aparezca un tigre y nos coma», afirma el experto. Y es que distraernos demasiado podría tener consecuencias negativas para la nuestra supervivencia de todos los mamíferos, humanos incluidos.

Vale, puede que a ti aún no te haya sucedido, ni como emisor ni como receptor, pero quizá llegue el día en el que te sorprendas mordiendo con fuerza un delicioso labio, estrujando un pecho apasionadamente o dando un cachetazo en ese lindo culito que parece pedir a gritos un azote. O quizá te den uno a ti, de los que pican, que hasta tengas que llamar la atención por ello. Y todo ello aunque no te consideres para nada agresivo y tengas claro que el sado no va contigo, te puede suceder.

Pero atención, que nadie justifique una agresión con esta tendencia tan humana, porque se nota cuando una ‘cute aggression’ entra en escena o si, por el contrario, existe ánimo de hacerte daño. Y si descubre que te gustan demasiado estas prácticas explosivas de pasión y apretón desmesurado, tendrás que reprimirte y confirmar con tu pareja de cama si desea recibir esos pellizcos, apretones y chupetones con cierta dosis de dolor añadido. Nunca olvidemos el fair play o respeto por las reglas del juego

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