BBC Salud.- Se está convirtiendo en costumbre: el uso de teléfonos móviles en bebés, sobre todo para controlar sus berrinches. ¿Somos conscientes de lo que puede suponer para los pequeños?
Satanizar con frecuencia, las nuevas tecnologías han traído consigo un cambio paradigmático no solo en comunicación, también en educación: se ha normalizado en nuestro día a día el uso de teléfonos móviles para distraernos, aunque es ahora cuando entran en la ecuación los bebés. ¿Es buena idea recurrir a las pantallas en estas edades?
Una solución cortoplacista
Lo más fácil es distraer al niño con una pantalla, pero convertirlo en costumbre es peligroso. Este es el mensaje que aporta el profesor Tubío, que enfatiza la importancia de que los bebés aprendan a convivir con sus emociones, sin móviles como “apaciguadores pasivos“.
Si nuestras conductas y experiencias son determinantes en nuestro desarrollo, la interacción con las pantallas lo es en la misma medida.
¿Cuáles son las consecuencias del uso temprano de móviles?
Pero antes de satanizar los dispositivos móviles, debemos destacar cómo la incorporación de las nuevas tecnologías en nuestro día a día ha condicionado la forma en la que se desarrollan los más pequeños. Según señala Javier Tubío, no siempre para mal.
El psicólogo explica que aunque en la actualidad los bebés comienzan a hablar más tarde, han desarrollado competencias digitales de manera más rápida y eficiente.
Por ejemplo, las nuevas generaciones tienen mejor capacidad de atención dividida, algo que antes no se observaba en niños pequeños.
Hasta los dos años nada de pantallas
Pero, de cualquier forma, si hay algo en lo que coinciden los expertos es que, hasta los dos años los niños no deberían hacer uso de las pantallas. Claro que en un mundo digitalizado, no es una tarea fácil.
¿Por qué los móviles no deberían ser una opción para calmar a los bebés?
Hay situaciones en las que quizás no nos queda otra que recurrir a una solución rápida. Pero la cuestión es que se trate de algo puntual, no habitual. Porque sino estaríamos alimentando un círculo vicioso:
- No aprende a lidiar con la situación
- Se refuerza este tipo de conductas al proporcionarle un premio (en este caso, la pantalla)
- Aprende que la forma de conseguir algo es a partir del berrinche.
Nos desarrollamos a través de la experiencia
La razón por la que se insiste en el peligro que puede entrañar para el desarrollo cognitivo el uso de móviles en bebés es precisamente porque no se aprende a gestionar las situaciones.
Hay etapas críticas en el desarrollo del cerebro en las que se aprenden estrategias fundamentales para la vida en sociedad, habilidades ejecutivas que regulan la conducta a posteriori.
Estas habilidades ejecutivas, pese a estar determinadas biológicamente, también dependen de la experiencia. Y si el niño no se expone a ellas, sino que recurre a estrategias pasivas de distracción, no aprende a tratar con sus propias emociones.
¿Cómo actúo ante ante una rabieta?
Por ende, aunque sea lo fácil, debemos evitar usar los móviles como distracción ante el enfado o frustración del niño. El especialista en neuropsicología indica dos formas de abordar el berrinche:
- Que tenga el berrinche y lo verbalice: ¿Qué te pasa?, ¿Por qué estás enfadado?
- En función de la edad, será posible o no que el pequeño verbalice sus emociones. La cuestión sería intentar que el niño identifique lo que le pasa y que reaccione con ello de forma sana, natural e independiente.
- Estrategias activas para lidiar con sus emociones: Saltar, andar, abrazar.
- Buscar que el pequeño se tranquilicen con ciertas conductas y entienda que debe adoptar un papel proactivo en lo que a sus emociones se refiere y que las situaciones desagradables son normales, tienen un nombre y pueden reconocerse y solventarse.
Adaptarnos a la nueva realidad
No podemos ignorar que nos encontramos ante una realidad digital, por lo que prescindir de las pantallas no es una opción. Vuelve a entrar en juego, en este sentido, el uso responsable de las nuevas tecnologías.
Y es que, tal y como indica el profesor de la UNIR, no tiene porqué ser un problema si se gestiona bien: en su horario, en su medida, dentro de las edades recomendadas y nunca como herramienta de distracción a la hora de manejar las emociones.