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Corrupción morada pandémica

Llegaron en el 1996 de la mano del caudillo reformista. Lucían pobretones. No humildes. Sí prepotentes. Aprendieron las malas artes del poder y crearon sus propias. Se financiaron vehículos. Se construyeron apartamentos. Se pusieron sueldos lujosos. Decidieron sustentarse económicamente del Estado. Con el paso del tiempo acrecentaron los niveles de corrupción. Exigieron ser socios en los contratos. Exigieron pago de comisiones sobre el 70% de las deudas. Exigieron comprarle a suplidores determinados.

El padecimiento fue tomando cuerpo en los morados. Ya se convirtieron en dueños de los trabajos. Ya amañaron las licitaciones. Ya reglamentaron la monetización de su “gestión canalizadora”. Ya se adueñaron de todo cuanto generaba recursos. Todo se contagió. Se corrompió. Cualquier espacio de poder era utilizado para lucrarse viceministros, directores, gerentes, encargados departamentales. Los descentralizados por igual: directores de hospitales y escuelas, administradores de proyectos, supervisores. Cada quien inquiriendo lo suyo.

La pandemia de la corrupción los contagió sin excepción. La enfermedad se manifestó crecidamente corrupta en las obras de Odebretch. Se sobrenriquecieron. Se pasó de Villas en Casa de Campo y El Mogote a apartamentos en Paris y la Quinta Avenida. Se enfermó de impunidad la Justicia y más ciega nunca había estado. El Estado devino a ser la empresa de la cual los peledeistas eran dueños. Empresa con carga de nómina excesiva y con sobrecostos que reducen su rentabilidad. Todo contagiado del virus para su corrupto provecho. Tanto robaron que hasta el miedo le fue hurtado a la población. Dando paso a las protestas reivindicativas de la Bandera.

No contaron con el cansancio del pueblo. No contaron con la alta valoración de la corrupción como causante de los males. No contaron con que el manejo del COVID-19 los dejaría tan mal parados. No contaron y se olvidaron de la omnipresencia de Dios Ahora por fin se van…Ahora se solicita al presidente electo que los quieren presos…

Ahora los sicarios sociales los avergüenzan en las calles… Ahora les es prudente quedarse en sus casas y oficinas hasta tanto el brazo fortalecido de la Justica los aísle en recintos carcelarios para que no sigan contagiando.

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