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Trabajadoras sexuales cambian de la noche al día para no pasar hambre

Cuando el coronavirus comenzó a propagarse, la población mundial se vio afectada de diversas formas. Muchos negocios cerraron y pocos han vuelto a abrir. El cuidado personal se volvió prioridad, los más vulnerables permanecen en la incertidumbre, y detrás de estos claudican algunos marginados.

¿Qué sucederá ahora?

Es la misma pregunta que se hace Lucía, una trabajadora sexual de 19 años en la zona de Verón-Punta Cana, y a quien se dará este nombre ficticio para proteger su identidad personal.

Esta relata que empezó a prostituirse desde los 15, un año después de haber dado a luz su bebé, y que las ayudas en medio de la crisis escasamente llegan al grupo de mujeres como ella.

Su experiencia directa con la solidaridad ha sido a través de personas que pasan, las ven, y luego regresan para ofrecerles un plato de comida o una pequeña compra.

Así lo hace el pastor de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, José Batiste, quien lidera un equipo llamado “Evangelismo de alto riesgo”, para “dar una mano” a personas como Lucía. Bastiste cuenta que la idea surgió luego de haber predicado dentro de un prostíbulo.

Allí una de las mujeres presentes le reclamaba que otros han cometido acciones peores y son mejor tratados que ellas. Desde entonces alrededor de unas 200 mujeres han sido impactadas a través de las prédicas y ayudas materiales que ofrecen Batiste y su equipo, sin “emitir juicios de valor”, resalta.

DE LA NOCHE AL DÍA

Antes de la crisis sanitaria, a partir de las 7:00 de la noche y hasta pasada la medianoche, Lucía se instalaba en las calles a esperar. Hoy en día lo hace a plena luz del día, y dadas las 5:00 de la tarde busca la manera de regresar a su casa, para no ser apresada durante el toque de queda.

Durante esas rutinas, reunir unos 10 mil pesos, poco más o menos, a Lucía le cuesta prestar su servicio a varias personas en un mismo día. Pero no es tan fácil como escribirlo. Dadas las circunstancias “nadie quiere coger enfermedad” decía Lucía resignada y dispuesta a aventurarse. Después de todo el COVID-19 no es el único virus que la amenaza si algo sale mal.

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