Especialistas en desarrollo infantil del Área de Lenguaje del Hospital de Clínicas de la Universidad de Buenos Aires (UBA) elaboraron un informe donde expresaron que la mitad de los adultos no tiene disponibilidad en su agenda para jugar con sus hijos, a pesar de que conocen de su importancia, y 2 de cada 10 no saben qué juegos son los más adecuados.
La investigación, a la que tuvo acceso en exclusiva Infobae, la realizaron los especialistas del Hospital de Clínicas, tanto en talleres, consultas médicas, como a través de encuestas en las que participan personas de Argentina y otros países de Hispanoamérica.
Está demostrado que el juego tiene múltiples beneficios en el desarrollo del niño relacionados con el cerebro, el lenguaje, la comunicación, la creatividad, entre otros. Al jugar se generan hormonas cerebrales que favorecen la atención, la memoria, el aprendizaje, el bienestar físico, la disminución del estrés, el aumento del placer, etc. Sin embargo, los especialistas afirman que se realiza “menos de lo recomendado”.
“Los motivos frecuentes son la falta de tiempo, pensar que el único que tiene que jugar es el niño o no saber cómo hacerlo, qué juguetes o cosas pueden utilizar que sean interesantes para el niño. Otra situación habitual es que muchas veces el adulto quiere comandar el juego cuando hay que encontrar un punto de equilibrio para que el niño sea activo, en función de sus necesidades y su desarrollo“, sostuvo la licenciada en Fonoaudiología Patricia Villalba, coordinadora del equipo de Lenguaje del hospital (MN 9319 y MP 1866).
La psicóloga descibió la importancia de jugar con los hijos: “Es muy valioso dedicarle tiempo (no hace falta que sea cantidad de horas, sino calidad) a jugar ‘porque sí’, para desarrollar la fantasía y la creatividad. Para muchos padres y madres el aprender a jugar con sus hijos es una experiencia sumamente enriquecedora, una forma de conectarse con su ‘niño interior’ y su propia infancia. También se considera que el juego consolida el vínculo y es curativo en sí mismo en relación a angustias, miedos y duelos propios de las etapas del ciclo vital”.
Según e clínico de la de la Asociación Americana de Pediatría titulado El poder del juego: su función pediátrica para mejorar el desarrollo de los niños pequeños, jugar con ambos padres y otros niños es fundamental para formar mejores cerebros, cuerpos y vínculos sociales que prosperen. La investigación muestra que jugar puede mejorar las capacidades de los niños para planificar, organizar, llevarse bien con los demás y regular sus emociones. Además, el juego ayuda con el lenguaje, las destrezas matemáticas y sociales e incluso ayuda a los niños a sobrellevar el estrés.
Sin embargo, a pesar de sus muchos beneficios, “las estadísticas muestran que la cantidad de tiempo que los niños tienen para jugar ha estado disminuyendo desde hace décadas. Los horarios familiares y escolares sumamente estructurados, padres que trabajan cada vez más fuera del hogar, menos lugares seguros para jugar y el aumento del uso de los dispositivos digitales y el tiempo ante las pantallas son algunas de las razones”, afirma en la citada Asociación.
Cómo elegir los juegos
Villalba explicó que los juegos cambian en función del desarrollo del niño: “El bebé suele jugar con un objeto que le llama la atención por la luz o el sonido. A medida que empieza a caminar, explora el ambiente y comienza a tocar todo lo que está a su alrededor. Le gustan los juegos motrices, de arrastrar, sacar y poner cosas. Cuando va aprendiendo el lenguaje y se va desarrollando intelectualmente, comienza a utilizar los juegos relacionados con la vida cotidiana, imitando lo que ve a su alrededor”, expresó.
Y agregó: “Más adelante se disfraza, hace que juega al doctor, a la mamá o papá, a cocinar, o realiza acciones que tienen que ver con sus rutinas diarias. Aproximadamente a los 4 años empieza a utilizar juegos con reglas. A partir de los 5, juega con letras, números y relacionados con animales, transportes, comidas, vestimenta y demás. Entre los 6 y 8 años, usa juegos que estimulan la parte atencional, la memoria, la velocidad visual, la planificación. Juega con cartas, por ejemplo”, afirmó.
La especialista aclaró que, “si bien los juguetes tienen en la caja una edad recomendada, hay que ver si les sirve a los chicos. Si el niño tiene 4 años pero su edad madurativa es de 2, hay que usar juegos relacionados con los 2 años para estimularlo”. Además, afirmó que siempre es importante ofrecerles juegos que tengan que ver con su vocabulario y recomendó que los juguetes no sean siempre comprados en la juguetería: “Eso da rienda suelta a la imaginación. Muchas veces el niño agarra un palo de escoba y hace que es un caballito, o toma una tela y hace que sea una capa. Así, se promueve su creatividad”.
Videojuegos: ¿Cuánto tiempo?
El tiempo de exposición y el contenido de los juegos frente a pantallas son los puntos clave a tener en cuenta según los especialistas. De acuerdo a un informe de la Asociación Americana de Pediatría, que ha publicado nuevas recomendaciones para el consumo mediático de los niños, tiene que haber un tiempo delimitado para el uso de dispositivos y que sea preferentemente desde los 2 años. Entre los 2 y 5 años, se sugiere que no sea de más de 1 hora al día. Desde los 6 años, “los padres deben establecer límites coherentes”, dicen en la organización.
Para alcanzar estos objetivos, la especialista sugirió algunas estrategias y remarcó la importancia de dar
el ejemplo: “Siempre el modelo lo van a ofrecer los papás. Si ellos usan mucho los dispositivos, seguramente eduquen a sus hijos con mucha presencia de pantalla. Es importante tratar de disminuir los tiempos de televisor, por ejemplo, cuando están cenando juntos, no tener la pantalla en el dormitorio, no ofrecer prenderla antes de ir a dormir y durante la tarea alejar los dispositivos”.
Además, Villalba destacó la importancia de buscar alternativas para mantener a los chicos entretenidos por fuera del uso de pantallas: “Es importante que los adultos sepan lo nocivo que es la exposición prolongada y temprana a los dispositivos y que busquen otras opciones según cada edad para que se entretengan cuando no pueden jugar con ellos. Darles para armar un rompecabezas, que jueguen con ladrillos o recorten algo, por dar algunos ejemplos. Y aburrirse no está mal. Al contrario, hace pensar a los chicos qué pueden hacer”.
En el caso de que estén usando pantalla dentro de los tiempos recomendados, se sugiere que los videojuegos sean didácticos o lleven a algún aprendizaje. “Es importante conocer si fomentan la interacción, que se pueda conversar con los chicos sobre lo que hacen en el juego, que sea productivo para enriquecer el diálogo. Si tiene canciones, que el niño pueda reproducirlas. Eso contribuye a la memoria y la producción fonológica. Si muestra animales, lo estimula a través de las onomatopeyas. Si es un cuento, es importante ir poniendo pausa, comentar sobre el mismo y charlar si algo no se entendió”, concluyó la especialista.