ESTADOS UNIDOS; El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, justificó este miércoles su decisión de no presentarse a la reelección como la expresión de un elevado acto de generosidad y de sacrificio personal por el bien de sus compatriotas. “La defensa de la democracia es más importante que ostentar cualquier cargo”, dijo Biden en un sentido discurso a la nación televisado desde el Despacho Oval en el que también defendió los logros de su presidencia y fijó los objetivos para los seis meses que aún le quedan por delante en la Casa Blanca. “Me da fuerza y alegría trabajar por el pueblo estadounidense. Pero la sagrada tarea de continuar perfeccionando nuestra Unión no puede ir sobre mí. Trata de usted. De su familia. De su futuro. De ‘Nosotros, el pueblo”. “Somos una gran nación porque somos buena gente”, añadió.
En un discurso lleno de referencias históricas, no faltaron la famosa definición de Estados Unidos de Benjamin Franklin como una república, siempre que sepamos mantenerla”. Si se echa a un lado, les dijo a sus compatriotas, lo hace precisamente con ese objetivo. “América está en un punto de inflexión”, sentenció.
Era la primera intervención formal del presidente desde que el pasado domingo anunció en la red social X su doble decisión de no empeñarse en mantener su candidatura a la presidencia y de respaldar a la vicepresidenta Kamala Harris como su sucesora en la cita con las urnas de noviembre.
La renuncia-bomba llegó al término de las larguísimas semanas que siguieron a su desastroso debate presidencial con el aspirante republicano, Donald Trump, tras el que surgieron las dudas sobre las aptitudes físicas y mentales de un hombre de 81 años para salir reelegido en las urnas y desempeñar el oficio más difícil del mundo durante cuatro años más. Aquel 27 de junio en Atlanta se abrió también la veda para que destacados miembros de su partido, viejos aliados, medios de comunicación y analistas empezaran a sugerirle, primero, para exigirle, después, que reconsiderara su decisión. Finalmente, tuvieron que 24 agónicos días después para que se rindiera a la evidencia.
“He decidido que la mejor manera de avanzar es pasar el testigo a una nueva generación. Ese es el mejor modo de unir a nuestra nación”, dijo este miércoles Biden en un discurso de tono grave en horario de máxima audiencia. “Es el momento de dejar que se escuchen nuevas voces, voces mas jóvenes”, agregó.
El recurso a la “defensa de la democracia” fue constante y una y otra vez pudo interpretarse como una referencia escasamente velada Trump; el presidente lleva dos años identificando a su contrincante como una amenaza existencial paral experimento estadounidense. Poco antes de la intervención presidencial desde la Casa Blanca, su contrincante presumió de haberlo echado. “Hace tres días derrotamos oficialmente al peor presidente de la historia de nuestro país, el corrupto Joe Biden”, afirmó.
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El presidente, que en un momento determinado definió su historia de superación como la de “un chico tartamudo de humildes orígenes”, trabajó en el texto durante los últimos tres días, 72 horas vertiginosas en las que Harris, a la que definió como “experimentada, dura y capaz” se aseguró los apoyos necesarios para ser designada como candidata presidencial demócrata en medio de una oleada de entusiasmo con la idea de un relevo y una lluvia de millones en donaciones. Al entusiasmo que siguió a su renuncia, Biden ha asistido, como quien tiene el privilegio de presenciar su propio funeral político, desde su casa en la playa en Rehoboth, en su Delaware natal. Allí se refugió la semana pasada tras infectarse con covid, enfermedad de la que dio negativo este martes. Durante el que no cuesta imaginar como uno de los fines de semanas más duros de su larga carrera política, Biden ultimó su trascendental decisión y escribió con sus dos más estrechos asesores el texto de su renuncia.
Biden ceja en su empeño de perseguir su reelección, pero cumplirá con las obligaciones del resto de su presidencia, una decisión que ha recibido las críticas de los republicanos, que consideran que si no está para ganar unas elecciones, no lo está tampoco para seguir desempeñándose como Comandante en jefe. “Durante los próximos seis meses me concentraré en hacer mi trabajo”, prometió Biden este miércoles en el Despacho Oval. “Eso significa que continuaré reduciendo los costos para las familias trabajadoras y haciendo crecer nuestra economía. Seguiré defendiendo nuestras libertades personales y nuestros derechos civiles, desde el derecho a votar hasta el derecho a elegir”, añadió, en referencia al aborto.
Biden lo ha sido casi todo y durante casi todo el tiempo posible en la política washingtoniana: senador, vicepresidente y, finalmente, tal y como fue su sueño desde niño, presidente de Estados Unidos. Tal vez ninguno de esos oficios fue tan ingrato como el que se abre ahora ante sí, ese que en inglés se conoce como lame duck president, por la cruel imagen de un pato cojo que sabe que tiene los días contados, pero aún pelea por resultar relevante mientras el mundo ya tiene los ojos puestos en el siguiente capítulo y aún así corre para asegurar su legado, cómo el mundo lo recordará.
Y esa es la penúltima paradoja del trágico final de medio siglo de carrera política: puede parecer que Biden gozará ahora de un retiro dorado, cuando aún le falta medio año en el que puede pasar de todo, como pudo comprobar en su día George W. Bush, cuando ya sus días como presidentes estaban contados y estalló la Gran Recesión. Este miércoles prometió usar ese tiempo de descuento en combatir la epidemia de violencia armada, perseguir la reforma del Tribunal Supremo y continuar trabajando en su iniciativa par acabar con el cáncer y en contribuir a la fortaleza de la OTAN.
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