BBC.- Lo revelan varios estudios. Por ejemplo: sólo una de cada cuatro mujeres en Estados Unidos es capaz de señalar correctamente la vagina en un dibujo, el 46% no identifica el cuello uterino y únicamente una de cada diez conoce todas las principales partes que componen los órganos sexuales femeninos, según una encuesta realizada en 2020.
Sorprendida por ello, la periodista científica estadounidense Rachel E. Grossescribió «Vagina Obscura», un muy aplaudido y premiado libro que a principios de 2023 saldrá en español, publicado por la editorial Pasado & Presente.
En él, la autora traza un viaje por el cuerpo de las mujeres, un campo que durante siglos ha sido estudiado sólo por hombres, con los consiguientes prejuicios y distorsiones que eso ha generado.
Se me ocurrió ese título pensando en la cámara oscura, que supuso un desarrollo muy importante en la tecnología de las cámaras, pero al mismo tiempo, lo que hacía era manipular una imagen y dar sólo una pobre sombra de ella, reflejarla en la pared de manera muy pequeña y borrosa.
Te da una parte de la realidad, pero de manera muy limitada, sesgada y algo distorsionada.
Y para mí, así es como hemos visto el cuerpo femenino. Durante la mayor parte de la medicina moderna, hemos usado esa lente estrecha y limitada.
¿Y por qué? ¿A qué se debe que haya tanta desinformación sobre los órganos femeninos?
Hay varias razones.
La más obvia es que durante la mayor parte de la historia médica han sido los hombres, generalmente hombres blancos, los que hacían las preguntas sobre el cuerpo de la mujer. Y no hacían el tipo de preguntas que podrían haber interesado a las mujeres sobre sus propios cuerpos.
Usaban esa lente particular para observar los órganos femeninos y los miraban exclusivamente desde el punto de vista de la reproducción, de traer hijos al mundo y del placer masculino.
Hoy estamos aprendiendo que esos órganos también están involucrados en la inmunidad: se regeneran, están conectados con todo el sistema del cuerpo, participan en el sistema inmunológico y también producen hormonas que respaldan nuestra salud desde la cuna hasta la tumba.
Esas son cosas en las que muchos de esos hombres no estaban interesados.
La segunda razón es que, sin importar cuál sea la cultura y la religión, siempre ha habido una gran vergüenza y un gran estigma en torno a la sexualidad femenina. Y todo eso reorientó la ciencia de manera realmente dañina.
En muchos lugares de Occidente, la extirpación del clítoris se veía por ejemplo como una cura a la masturbación. Y en otros sitios, la extirpación de los ovarios se veía como una cura a la histeria.
La ciencia y la medicina se pueden usar para aprender más sobre una parte del cuerpo y cómo funciona, o pueden usarse para interferir directamente en ella y alterarla quirúrgicamente. Y así ha sido en la ginecología.
Por suerte, eso está cambiando.
Cada vez más mujeres científicas, científicas LGBT y científicas de color están entrando en este campo, y están haciendo nuevas preguntas, priorizando cosas que a la ciencia no le importaban mayormente, como la endometriosis o el microbioma vaginal y cómo este se puede usar para prevenir enfermedades.
También hay progresos ligados a la atención en salud a las personas transgénero.
Los cirujanos que están realmente interesados en comprender la anatomía de hombres y mujeres, ven que es increíblemente similar y que se puede crear una neovagina que permita a esas personas mantener el placer.
Eso hace que tengan que concentrarse en aquellas cosas que los médicos a menudo evitaban en el pasado, como el placer sexual.
¿Crees que las mujeres aún sentimos vergüenza respecto a nuestra sexualidad?
Creo que depende del lugar. Sé que es muy diferente en otros países, pero me parece que los estadounidenses siguen siendo en gran medida mojigatos. Se sienten muy incómodos hablando con franqueza sobre la anatomía sexual, el comportamiento sexual y el placer.