Turquía. (AFP) En un hospital del noroeste de Siria, Usama Abdelhamid, herido en el frente, no logra contener las lágrimas: el edificio donde vive con su familia se derrumbó en plena noche.
Este vecino del pueblo de Azmarin, fronterizo con Turquía, sobrevivió de milagro al violento terremoto que la madrugada del lunes sacudió la zona entre el sureste turco y el norte sirio, y que causó más de 2.300 muertos.
“Estábamos durmiendo cuando sentimos un fuerte temblor de tierra”, explica a AFP, vestido con una túnica oscura.
“Con mi mujer y mis hijos, corrimos hacia la puerta de nuestro apartamento del tercer piso. Cuando la abrimos, todo el edificio se desplomó”, dice, tras haber sido tratado en el hospital Al Rahma en la ciudad de Darkush, en la provincia de Idlib.
En unos instantes, Usama Abdelhamid quedó bajo los escombros del edificio de cuatro plantas, pero “Dios protector” lo salvó milagrosamente, a él y a su familia, cuenta.
“Los muros nos cayeron encima, pero mi hijo consiguió salir y empezó a gritar. Luego la gente vino y nos sacaron de los escombros”, prosigue, muy emocionado. Todos sus vecinos murieron.
El hospital Al Rahma está abarrotado. Las ambulancias no dejan de traer heridos, muchos de ellos niños, según un corresponsal de AFP. Al menos una treintena de cuerpos sin vida fueron traslados al centro.
En una de las habitaciones del establecimiento, varios heridos yacen en camas. Algunos con vendajes en la cabeza, otros con fracturas o hematomas.
En otra sala, una niña llora cuando la ponen una inyección y luego le enyesan la mano. Un niño con la cabeza vendada está sentado cerca de ella.
“Bajo los escombros”
“La situación es muy grave, muchas personas siguen todavía bajo los escombros de edificios residenciales”, declara el cirujano Majid Ibrahim.
En estas zonas controladas por los rebeldes que luchan contra el régimen de Damasco, se han registrado al menos 380 fallecidos y más de 1.000 heridos.
Mohamed Barakat, de 24 años y padre de cuatro hijos, ocupa una de las camas del hospital, con heridas en la cara y una fractura en la pierna, tras caérsele un muro encima.
“Salimos de la casa porque es una planta baja y es antigua. Pero las paredes de los edificios vecinos comenzaron a caérsenos encima cuando estábamos en la calle”, relata.
En la ciudad de Sarmada, en el norte de Idlib, un bloque de inmuebles contiguos quedó por los suelos. Entre los restos se ven colchones y mantas.
Un fotógrafo de AFP vio a rescatistas intentando sacar escombros para encontrar a supervivientes, mientras vehículos pesados iban retirando grandes bloques.
“Juicio final”
El sismo de magnitud 7,8 sacudió el lunes de madrugada el sur de Turquía y el norte de Siria. Este país, en guerra desde hace casi 12 años, esta dividido en zonas controladas por el gobierno y en regiones bajo control rebelde.
Al primer sismo le siguió un segundo de magnitud 7,5 a las 13H24 (10H24 GMT), también en el sur de Turquía.
En cuanto Anas Habache, de 37 años, empezó a sentir el temblor, fue a buscar a su hijo y gritó a su mujer embarazada que fuera corriendo hacia la entrada de su apartamento, en el tercer y ultimo piso de un edificio de Alepo.
“Bajamos las escalera como locos, y cuando llegamos a la calle, vimos a decenas de familias asustadas”, cuenta.
“Algunos estaban de rodillas rezando, otros lloraban, como si fuera el día del juicio final”, añade.
“No sentí nada igual durante estos años de guerra. Esto fue mucho peor que las bombas y las balas”, asegura.