Un sistema de alerta y activación ante situaciones en las que tenemos algo que ganar o que perder es la ansiedad.
Tiene la función de advertirnos y movilizarnos para afrontarlas adecuadamente, minimizar los riesgos, o evitar sus consecuencias.
Sin embargo, si la ansiedad es excesiva, compromete la salud, nos estorba y nos limita. En estos casos es conveniente, y muchas veces necesario, consultar con equipos especializados para conocer las causas de la misma y posteriormente tratarla.
Se calcula que alrededor de un 20 % de las personas sufrirán, en algún momento de su vida, problemas de ansiedad con importancia suficiente como para tener que consultar.
¿Cuáles son las causas más frecuentes de la ansiedad?
La genética, la personalidad y el aprendizaje pueden actuar como factores que predisponen a padecer ansiedad. Con frecuencia se activa ante situaciones consideradas amenazantes o desbordantes -estrés, acontecimientos vitales, conflictos inter o intrapersonales- y es frecuente que se mantenga por sus propios efectos limitantes o por estrategias inadecuadas para gestionar la propia ansiedad o sus causas.
¿Cómo se diagnostica y controla la ansiedad?
Las manifestaciones de la ansiedad pueden ser diversas. Quizás los síntomas más conocidos, o referidos, son los físicos: taquicardia, falta de aire, tensión muscular, molestias digestivas, mareo. No son infrecuentes la afectación del sueño, el apetito o la sexualidad; las dificultades de atención y concentración; los pensamientos importunos, la sobre-preocupación, las rumiaciones y las anticipaciones negativas; el sentimiento de temor, vulnerabilidad y, a nivel comportamental, las conductas evitativas y de búsqueda de seguridad.