Despuntaba poco menos del primer lustro de la tiranía trujillista, cuando una controversia del sátrapa con uno de sus hermanos provocó el desalojo de unas parcelas ubicadas en Los Alcarrizos actuales para dar paso a la Hacienda Fundación. Los propietarios eran varios, no todos eran Trujillo en desgracia, los cuales fueron conminados por aquel poder omnímodo a “aportar voluntariamente” o vender a precio irrisorio sus haciendas al jefe.
Entre esos “convidados” propietarios legales por mala fortuna estaba mi bisabuelo paterno Federico Montas, hombre honesto y trabajador. La opción era obedecer, sino perder la vida. Desde ese momento, me cuentan, mi bisabuelo Federico perdió la alegría. Dios le concedió muchos años más de vida pero la ignominia del tirano se los amargó. Al cabo de 30 años el empoderamiento nacional dio al traste con la Era Trujillista. Mi bisabuelo conservaba su título de propiedad y protegido por la Ley Confiscación Bienes Trujillo resarcitoria de los daños de la Era, inició con sus hijos y nietos -Cándido Ramón Montas a la cabeza- un proceso de recuperación de las tierras usurpadas por el déspota. Mismo iniciado en 1962. Mismo donde se obtuvieron las primeras sentencias devolutorias en 1990. Mismo donde el Estado empezó a subsanar el perjuicio en 2001.
Esfuerzos realizados por 40 años, en litigios judiciales intrincados, inversión de recursos y tiempo, hasta vidas perdidas. Compensados con sentencias ordenando la devolución de terrenos al Estado. Los resultados positivos siempre atraían ciertas negatividades. La más reciente refiere a los terrenos que colindaban con un Complejo Deportivo Rural donde un ex-ministro, de aspecto varonil pero de comportamiento mujeril, intentó reeditar el despojo de las tierras a los herederos de mi bisabuelo, para pedalear y jugar en lo ajeno. Hubo de enfrentarlo. Querellarse nuevamente. Casi una caricatura de Trujillo nos amargaba la vida a los descendientes tal y como se hizo con el patriarca familiar. ¡Lo logramos! La Ley, el final de la era morada y sobretodo el poder de Dios impidieron la repetición de la historia. Se Fueron.