Una de las debilidades de la que adolece una parte importante de las generaciones del nuevo milenio es el sentido de la reciprocidad. Sin embargo, sí tiene muy bien desarrollado el sentido del merecimiento. Todo lo merezco, las cosas tienen que ser como a mí me convenga y demás.
Alguien decía que la llamada «generación de cristal» es ensimismada, cree merecerlo todo y ante todo, suele ser hasta irrespetuosa frente a las generaciones anteriores.
El término «Generación de cristal» fue usado por primera vez por la filósofa española Monserrat Nebrera y lo hizo tratando de describir la forma y la condición psicológica de los nacidos después del 2000, matizada por la inestabilidad y la inseguridad.
Pero ¿Qué pasó para que esta generación surgiera? De acuerdo con algunos analistas, esta generación surgió por la aparición de unos padres cuyas infancias se desarrollaron en medio de las carencias, los que al superarse entendieron que el modelo de crianza de sus hijos debía ser diferente al que ellos tuvieron. Si ellos tuvieron carencias, a sus hijos dan en abundancia por el simple hecho de ser sus hijos. A estos hijos no se les ponen límites, razón por la cual van por la vida creyendo merecerlo todo y sin practicar la reciprocidad, ni siquiera con sus propios padres.
La reciprocidad es una de las formas más importantes de las relaciones humanas, es tan importante que el concepto humanidad está intimamente ligado a esta. Si no se verifica esta correspondencia, no hay forma de garantizar una buena convivencia entre los seres humanos. Es por ello que una parte considerable de esta llamada «Generación de cristal», no tiene, ni siente empatía por casi nada. Por eso es que ante una emergencia creada por un accidente de tránsito o de cualquier otra índole, es más importante grabar un video para subir a las redes sociales y obtener visualizaciones, que para tomar el teléfono y llamar al 911.
Esto es sin lugar a dudas una distorción importante en el comportamiento humano, que de alguna manera debe ser estudiada, analizada y corregida, de lo contrario, la humanidad se encamina hacia un derrotero de impredecibles consecuencias porque aunque no son todos los de la citada generación los apáticos, carentes del sentido de la reciprocidad y del agradecimiento, de amor al prójimo, de conciencia crítica, pero sí es una parte importante, ruidosa y contagiosa.