Brasil. El izquierdista Lula da Silva prometió este domingo “reconstruir” Brasil y reconciliar a sus compatriotas al acceder por tercera vez a la presidencia, una investidura marcada por la ausencia de su predecesor, Jair Bolsonaro.
Exactamente 20 años después de acceder al poder por primera vez, Luiz Inácio Lula da Silva, de 77 años, fue proclamado presidente junto a su vice, Geraldo Alckmin, al pronunciar su “compromiso constitucional” en el Congreso de Brasilia.
La ceremonia se inició con un minuto de silencio en recuerdo del exastro brasileño Pelé y de Benedicto XVI, ambos fallecidos esta semana a los 82 y 95 años, respectivamente.
Vestido con traje y corbata azul, Lula prometió en su primer discurso “reconstruir” el país sobre las “ruinas” del legado del ultraderechista Bolsonaro.
“Vaciaron los recursos de salud, desmontaron la educación, la cultura, la ciencia y la tecnología, destruyeron la protección del medio ambiente”, dijo Lula, que también reafirmó su compromiso de reducir a cero la deforestación en la Amazonía.
“No hace falta derribar ningún árbol más”, dijo el mandatario, asegurando que esto no impedirá apoyar al poderoso sector agrícola de Brasil.
Contrariamente a la tradición, su predecesor estuvo ausente. Bolsonaro viajó el viernes a Estados Unidos, dos días antes de finalizar su periodo de gobierno.
Al izquierdista lo arroparon una veintena de jefes de Estado, el mayor número para una toma de posesión en Brasil.
Entre estos, figuran los mandatarios de Argentina, Chile, Colombia, Ecuador, Paraguay, Honduras y Uruguay, además del rey de España, Felipe VI.
Washington envió a la secretaria de Interior, Deb Haaland, la primera indígena en integrar un gabinete en Estados Unidos, mientras que por parte de China asistió el vicepresidente Wang Qishan.
El cacique Raoni en el lugar de Bolsonaro
A bordo del ya tradicional Rolls Royce negro descapotable, Lula se desplazó después junto a la primera dama, la socióloga Rosangela da Silva “Janja”, hasta el palacio presidencial de Planalto, donde le esperaba una marea de seguidores vestidos de rojo, el color de su Partido de los Trabajadores.
Ante la ausencia de Bolsonaro, el cacique Raoni junto a representantes de otras minorías y clases populares de Brasil fueron los encargados de entregarle la banda presidencial, una cinta de seda verde y amarilla bordada en oro y diamantes, que Lula recibió sin poder contener las lágrimas.
“Es inaceptable que continuemos conviviendo con prejuicios, discriminación y racismo. Somos un pueblo de muchos colores y todos deben tener los mismos derechos”, dijo.
Entre sus primeras medidas como presidente, Lula invistió a sus 37 ministros, 14 más que bajo la gestión Bolsonaro, y con un récord de 11 mujeres.
Y, como había prometido, firmó varios decretos para revertir medidas del ultraderechista que facilitaban el acceso a las armas, y reforzar las instituciones medioambientales en la Amazonía.
Un solo Brasil
Lula se dirigió a la mitad del electorado que no votó por él en el balotaje del 30 de octubre (50,9% de los votos ante 49,1% para Bolsonaro), un resultado que dio cuenta de una nación partida en dos.
“No existen dos Brasiles. Somos un único país, un único pueblo”, dijo Lula. “Voy a gobernar para los 215 millones de brasileños (…) mirando hacia nuestro futuro luminoso y no por el retrovisor de un pasado de división e intolerancia”, aseguró.
“Fue un discurso maravilloso, de reconciliación”, dijo Suellen Campos Leopoldo, una mujer de 33 años que viajó desde Santa Catarina (sur) junto a su esposo para asistir a la toma de posesión.
Esta contó con un dispositivo de seguridad inédito, con miles de agentes desplegados en la apacible capital.
Los preparativos se habían visto sacudidos luego de la detención de un bolsonarista que colocó un explosivo cerca del aeropuerto de Brasilia para provocar la declaración de un estado de sitio y evitar así la asunción, según su propia confesión.
Desde el balotaje, miles de seguidores de Bolsonaro se movilizaron en varias ciudades para rechazar el resultado en las urnas y pedir una intervención militar.
Desafíos inmediatos
Lula tendrá desafíos inmediatos mayores a los que enfrentó en sus otras dos presidencias, que dejó con una inusual popularidad del 87%.
Unos 30 millones de brasileños pasan hambre y la economía a duras penas logra recuperarse tras el golpe de la pandemia.
“En los primeros 100 días deberá demostrar qué rumbo tomará el gobierno. La victoria electoral fue apretada y enfrentará un país dividido con una oposición aguerrida. Necesita liderar un gobierno de pacificación y unión nacional”, explicó Leandro Consentino, politólogo del instituto Insper de Sao Paulo.
El exsindicalista deberá conquistar “credibilidad” sobre el manejo de las cuentas públicas ante una situación fiscal delicada, pese a que sus promesas de campaña requieren un aumento del gasto para financiar programas sociales, según Consentino.
Agencia AFP