Suecia. A veinte grados bajo cero, un cohete científico se despega de la capa de nieve del Ártico sueco donde Esrange, uno de los centros espaciales más septentrionales del mundo, aspira a ser el primero en lanzar un satélite desde el suelo europeo.
Sin un gato a la vista, solo algunos renos, el desierto forestal que cubre la región explica por qué la base espacial está instalada en ese sitio, al pie de la colina “Radar Hill”, a 200 km del círculo polar.
“Aquí tenemos 5.200 kilómetros cuadrados en los que no vive nadie”, dice a la AFP Mattias Abrahamsson, director comercial de la Corporación Espacial Sueca (SSC).
Creada por la Agencia Espacial Europea (ESA) en 1966 para estudiar la atmósfera terrestre y las auroras boreales, el centro espacial Esrange invirtió fuertemente en los últimos años en instalaciones de lanzamiento de satélites.
En un nuevo y enorme hangar capaz de albergar el ensamblaje de dos cohetes de 30 metros, Philip Påhlsson, jefe del proyecto “Nuevo Esrange”, acciona una gran compuerta levadiza.
Bajo el crepúsculo rojizo de la tarde se observan maquinas y obreros que avanzan en la construcción de tres nuevas plataformas de lanzamiento.
Un gran paso
“Aquí es donde se lanzarán los satélites a partir del próximo año”, asegura Påhlsson. “Es un gran paso, el más grande desde la creación de Esrange”, agrega entusiasta.
Casi 600 cohetes suborbitales -incluido el “Suborbital Express 3” en este gélido día de finales de noviembre- han sido lanzados desde este rincón del norte de Suecia.
Estos aparatos son capaces de alcanzar el espacio con altitudes de 260 kilómetros, pero no pueden ponerse en órbita alrededor de la Tierra.
Pero con el futuro primer lanzamiento de un satélite, la base espera ingresar en la reducida lista de grandes nombres de la historia de la conquista espacial como Baikonur en Kazajistán, Kourou en Guyana Francesa o Cabo Cañaveral en Florida.
De las Azores portuguesas a la isla noruega de Andøya en el Ártico, de Andalucía a las islas Shetland, la lista de proyectos europeos que compiten entre sí no deja de crecer. Todos aspiran a pasar a la historia como el primer lanzador de satélites desde el suelo europeo.
“Pensamos que somos claramente los más avanzados”, afirma la SCC, que aspira a un primer lanzamiento a finales de 2023 o principios de 2024.
La empresa estatal está en conversaciones con varios diseñadores de cohetes y clientes que desean poner satélites en órbita, un sector que vive un gran auge.
Con el proyecto de escenario reutilizable Themis, Esrange también albergará pruebas de la ESA en cohetes capaces de reposar en el suelo, como los lanzados por el multimillonario estadounidense Elon Musk.
Aunque la base de Plesetsk, en el noroeste de Rusia, realizó algunos lanzamientos después del fin de la Guerra Fría, ningún otro país del continente europeo puede ostentar ese título.
¿Por qué Europa, tan alejada del ecuador, que es más favorable al lanzamiento de satélites, experimenta tal auge espacial?
“Los satélites son más pequeños y baratos y, en vez de enviar uno grande se puede dividir en varios más pequeños y eso impulsa la demanda”, analizó Philip Påhlsson.
Nunca desde los albores de la conquista espacial se han lanzado tantos objetos al espacio como en 2021, y se esperan nuevos récords los próximos años.
Una órbita Polo Norte-Polo Sur, en lugar de este-oeste, es suficiente para muchos de ellos, lo que hace que sitios como Esrange sean interesantes.
Otra ventaja: estar cerca de los clientes europeos evita el largo y costoso transporte marítimo de satélites a Kourou.
Ucrania
Aquí, como en el resto de Europa, se habla ahora de “microlanzadores”. Se trata de cohetes de unos 30 metros capaces de transportar una carga de cientos de kilos. A largo plazo, la SSC aspira a realizar lanzamientos de más de una tonelada.
Trabajar en el duro clima ártico “incluye cierta cantidad de desafíos”, admite la SSC.
En el aire helado se requiere especial precaución, sobre todo cuando se manipulan metales, que se vuelven más frágiles.
Pero la guerra en Ucrania, donde se fabrican los motores de cohetes europeos Vega, y la ruptura de la cooperación espacial de Occidente con Rusia, han aumentado aún más el interés por las bases espaciales en el Viejo Continente.
“Europa necesita un acceso independiente al espacio y la horrible situación de Ucrania ha cambiado el contexto del negocio espacial”, explicó Påhlsson.
Agencia AFP