La ausencia de autoridad revela la causa más profunda de la violencia social; los linchamientos. La falta de acciones justas por medio de las autoridades devenga en un sentimiento de injusticia moral que invade a la comunidad, la cual estalla y se expresa con violencia.
Bávaro, Punta Cana.- El día viernes pudimos observar en las redes sociales lo que iba a convertirse en un linchamiento. Los hechos ocurrieron cuando el taxista, Richard Francisco Matos Plata fue acusado de querer «robarse» una niña. Se comprobó que todo se trató de un error y el taxista narró, que actuó de tal manera porque entendió que cuando la madre de la niña cerró la puerta del auto, era porque ya se había montado al vehículo.“Ella cerró la puerta y yo supuse, que ella se había montado también y arranque normal”, explicó Matos Plata. Al escuchar los gritos de la mamá, para el vehículo. La señora gritaba: «Me roban a mi hija». No se hizo esperar la «solidaridad violenta» de la comunidad que arremetió contra el hombre y por poco le quitan la vida.
No es el primer caso que se ha visto en los últimos años en República Dominicana, son muchos y lamentablemente la mayoría corren con peor suerte.
¿Pero qué está produciendo este descontrol social, que la población decide tomar la ley por sus propias manos, ejerciendo venganza y no justicia?
La ausencia de autoridad es la causa más profunda de la violencia y la indignación social. Esta situación actúa como un detonante, que se traduce cuando los límites sociales se han roto y es necesario poner límite a la corrupción e ineptitud de las autoridades, así como al constante abuso de autoridad que cometen a diario.
Esta crisis de autoridad está presente en República Dominicana y las comunidades la palpan de cerca. El crimen de la «pareja cristiana» es una muestra más de esa crisis de autoridad. Es indignante que no se toman medidas contra quien ejerció la autoridad al dar la orden de dispararles, únicamente se le destituyó de su cargo, sin ejercer sobre él ninguna medida judicial. Así como ese, muchos casos a diario no tienen una respuesta satisfactoria por parte de las autoridades, que se supone deben actuar impartiendo justicia, para el beneficio de la población.
Las comunidades están llegando a un hartazgo por la corrupción de sus autoridades. El aumento de los actos delincuenciales como: robos con violencia, la violación, el secuestro y los abusos de miembros de los cuerpos policíacos, así como la incompetencia y corrupción que priva en el Ministerio Público, actúan como una «olla de presión» en la sociedad . La violencia se manifiesta como, la ausencia de autoridad, y señala la barrera que cada comunidad está dispuesta a soportar antes de tomar medidas drásticas, como son los linchamientos.
La indignación moral que siente la sociedad, es un sentimiento que subyace en lo más profundo del sentir colectivo y se da como el resultado de un rechazo a las autoridades que están incumpliendo sus funciones y un intento por restablecer los principios de convivencia pacífica; es poner una demarcación al abuso de autoridad, la impunidad y el aumento de la delincuencia.
Obviamente los linchamientos no tienen ninguna justificación moral, pues no es hacer justicia, sino es tomar venganza por medio de manos anónimas, pero sin duda tienen una connotación que muchos grupos sociales justifican y aplauden. Esta práctica significa llegar a la barbarie, es fomentar una sociedad sin ley.
Se puede aceverar que mientras las condiciones de injusticia continúen, mientras las autoridades públicas encargadas de velar por el orden y la seguridad no lo hagan, sino que violen los derechos individuales, sociales, las normas y acuerdos de convivencia comunitaria, es muy probable que los casos de linchamientos se sigan registrando en nuestro país con mayor intensidad.
“Así es el proceder de la multitud, o sirve con humildad o domina con insolencia, pero no se debe culpar a la multitud más que a los príncipes, porque todos cometen demasías cuando nada hay que las contenga” (Maquiavelo)