Bávaro, Punta Cana.- Hoy, 30 de mayo del 2021 el pueblo dominicano conmemora el 60 aniversario del ajusticiamiento del dictador Rafael L. Trujillo.
La conspiración del 30 de Mayo fue numerosa en cuanto se refiere a sus integrantes y su modo operativo estuvo a cargo de diversos grupos de conjurados (uno de acción, otro político y otro militar) que tenían la responsabilidad de articular el siguiente plan: primero ajusticiar al tirano y, luego, proceder con una segunda fase consistente en apresar a la familia Trujillo con sus principales epígonos a fin de provocar un recambio en la cúpula política y militar del régimen que, al cabo de breve tiempo, permitiera la celebración de elecciones libres.
Dentro de los grupos que conformaban el complot, el llamado “grupo de acción o de la avenida” era el responsable de llevar a cabo la ejecución del tirano. Los principales líderes de la conjura habían obtenido la información de que, cada miércoles, Trujillo solía viajar a su pueblo natal solo acompañado de su chofer; y sobre la base de ese precioso dato confiaron en que la delicada y arriesgada misión de enfrentarlo a tiros tendría lugar a mediados de semana.
Los principales responsables de confirmar al núcleo central de la conjura la noticia del viaje de Trujillo a San Cristóbal eran,por el grupo de acción: el teniente Amado García Guerrero, quien pertenecía al Cuerpo de Ayudantes Militares de Trujillo, y por el grupo político: Miguel Ángel Báez Díaz, que tenía acceso directo al privilegiado círculo que acompañaba al Jefe en sus frecuentes paseos nocturnos por la avenida George Washington. Por el grupo de la avenida fueron: Antonio de la Maza, Antonio Imbert Barrera, Salvador Estrella Sadhalá, Amado García Guerrero, Pedro Livio Cedeño, Huáscar Tejeda Pimentel y Roberto Pastoriza Neret.
Ha habido versiones en el sentido de que algunos de los conjurados sugirieron la posibilidad de apresar a Trujillo para luego obligarlo a dimitir del poder, perdonarle la vida y finalmente deportarlo hacia un país amigo, pero esa variante del plan habría resultado muy arriesgada y mucho más difícil de ejecutar, por lo que desde un principio dicha opción fue descartada por los líderes del grupo, quienes se decidieron entonces por una solución más expedita: la simple liquidación física del tirano.
Pero el destino quiso que tal acontecimiento sucediera un martes, circunstancia fortuita que provocó que por lo menos tres de los miembros originales del grupo de acción se vieron imposibilitados de participar en el tiranicidio.
El martes 30 de mayo en la tarde. Tan pronto Antonio de la Maza recibió la noticia por conducto de Miguel Ángel Báez Díaz de que Trujillo contemplaba viajar esa noche a San Cristóbal, lo primero que hizo fue confirmar dicha información con el teniente Amado García Guerrero, quien casualmente se encontraba libre de servicio ese día.
A seguidas, tras considerar que no disponía de tiempo suficiente para la reflexión pausada, la planificación cautelosa y mucho menos para tratar de congregar a todos los que debían participar en la emboscada.
De la Maza, cuyo carácter impetuoso era de todos conocido, sin pérdida de tiempo contactó a los integrantes del grupo de acción accesibles en la capital con el fin de aprovechar la oportunidad que se les presentaría y por la que habían esperado tanto tiempo.
Todo se desarrolló vertiginosamente. Antonio de la Maza, con no disimulada precipitación, logró convocar a seis compañeros,algunos personalmente y otros por teléfono, a cada uno de los cuales informó que la hora decisiva había llegado, enfatizando en que las circunstancias exigían pasar de la teoría a la acción.
Dos horas después (Robert Crasweller estima que hacia las 7 de la noche), el teniente Amado García Guerrero se comunicó por teléfono con el ingeniero Roberto Pastoriza y le aseguró que confirmado que el hombre saldría esa noche fuera de la ciudad capital con destino a San Cristóbal.
Pastoriza, a su vez, debió contactar a su íntimo amigo, el ingeniero Huáscar Tejeda (que previamente había sido localizado por De la Maza), y de esa manera las personas claves de la conspiración fueron recibiendo la “valiosa información”, como la calificó uno de los héroes.
Tres vehículos intervinieron en la ejecución de Trujillo. Antonio Imbert Barrera, Salvador Estrella Sadhalá y el teniente Amado García Guerrero fueron los primeros en dirigirse a la avenida en donde esperaron por sus demás compañeros.
Por su parte, Antonio de la Maza, en compañía de Pedro Livio Cedeño (al que buscó en casa de Juan Tomás Díaz), pasó a recoger a Huáscar Tejeda y a Roberto Pastoriza, continuando en dirección hacia el punto de encuentro distribuidos en dos vehículos.
Una vez en la avenida, en las cercanías de la Feria Ganadera, hacia las 8:30 de la noche, los miembros del “grupo de acción” se repartieron las armas que estaban en el carro de Antonio de la Maza. Inmediatamente después se separaron para esperar por su presa, conforme a un croquis que para tales fines había elaborado el ingeniero Roberto Pastoriza.
De acuerdo con el plan original, dos de los vehículos debían esperar por una señal de luces y entonces procederían a bloquear la autopista para obligar al carro del dictador a detenerse de suerte tal que el auto persecutor pudiera alcanzar y atrapar al blanco entre dos fuegos.
Esta circunstancia hizo suponer a Antonio Imbert que sus tres compañeros permanecieron juntos en las afueras de la autopista esperando por su presa, pero en verdad los hechos ocurrieron de otra manera.
Por razones que en ese momento estimaron más conveniente, los dos automóviles (el de Huáscar Tejeda y el de Roberto Pastoriza) se ubicaron en puntos distantes, es decir, separados por una distancia de dos kilómetros.
Aún así, la instrucción de esos tres conjurados era que Huáscar Tejeda, tan pronto recibiera la señal convenida desde el primer automóvil, debía adelantarse al vehículo de Trujillo para, conjuntamente con Pastoriza, cerrarle el paso y tenderle el cerco convenido a fin de que el carro manejado por Imbert completara la misión.
El dictador se dirigía en un Chevrolet color azul conducido por el fiel chofer Zacarías de la Cruz. Parte de los conjurados lo siguieron en otro auto, también Chevrolet, pero de color negro; el resto, esperaba en otros dos vehículos.
Cuando se encendieran y apagaran tres veces las luces del carro que perseguiría al Generalísimo, los demás se adelantarían para bloquearle. Pero la señal esperada no sucedió.
Al notar que ya uno de los vehículos perseguía al tirano, el resto se adelantó para hacer el bloqueo pautado.
El Chevrolet de los conjurados rebasó el vehículo que trasladaba al denominado “benefactor de la patria” y en medio de la maniobra sonó un primer disparo, el cual hirió al sátrapa en un hombro. El chofer de Trujillo frenó, a la vez que sonaba el segundo disparo.
Ante el acorralamiento, Trujillo prefirió luchar y morir en combate. Abrió la puerta y salió disparando su revólver. Falleció sobre el asfalto, acribillado a balazos.
Cerca de 60 disparos impactaron en el vehículo, seis en el cuerpo del dictador y siete a su chofer que sobrevivió a la emboscada, resultando en un cabo suelto que le costó la vida a la mayoría de los ajusticiadores.
Entre Antonio de la Maza y Antonio Imbert Barreras estuvieron los últimos disparos y antes de que el sátrapa expirara, Imbert exclamó: “Este guaraguao ya no come más pollo”.
Tras ser arrestado, Pedro Livio Cedeño dijo durante un interrogatorio que los fusiles automáticos M-1 que utilizaron habían sido suministrados por personal cercano a la embajada de Estados Unidos en el país.
Pedro Livio Cedeño fue el primer herido durante el enfrentamiento y primero en ser capturado por el Servicio de Inteligencia Militar (SIM). Mientras recibía atenciones médicas, fue torturado en la clínica por Johnny Abbes.
De acuerdo a registros periodísticos, el doctor José Joaquín Puello testimonió que la única frase que salió de su boca fue: ‘‘Coño, lo matamos como a un perro y ojalá volviera a vivir para volverlo a matar’’.
Aunque no pudieron seguir con la segunda parte del plan, que era realizar un golpe de Estado y conducir al país fuera de las garras trujillistas, estos hombres finalizaron con una era de represión marcada por encarcelamientos, torturas y asesinatos.
La muerte de Trujillo puso fin a 31 años de dictadura, violencia y abusos contra la ciudadanía.