PUNTA CANA. La Junta Municipal de Verón-Punta Cana, en teoría, debe ser un organismo en el cual los vocales cumplan el rol de veedores, es decir, aquellos que vigilan que la dirección municipal cumpla con su propósito de mejorar la comunidad.
En la práctica, sin embargo, parece que el enfoque de algunos de esos representantes se ha desviado hacia una teatralidad mediática que no solo los distrae de su misión, sino que deja a la comunidad en posición de desamparo.
Los vocales tienen un papel fundamental, y es asegurar que las acciones de la Junta Municipal estén alineadas con el bienestar comunitario. Están ahí para cuestionar, verificar y exigir transparencia y eficiencia en la gestión municipal.
Sin embargo, cuando el afán de protagonismo se convierte en la prioridad, esta función queda relegada a un segundo plano. Algunos vocales, en lugar de concentrarse en este rol fiscalizador, prefieren invertir la mayor parte de su tiempo escribiendo o hablando en redes sociales, en discursos frente a las cámaras, en entrevistas con los medios o en apariciones públicas que tienen poco que ver con la realidad de Verón-Punta Cana.
Esas intervenciones en los medios de comunicación, en muchos casos, parecen más una plataforma de autopromoción que un intento de conectar con las preocupaciones de la comunidad.
Este comportamiento genera una doble moral que no pasa desapercibida para los munícipes, quienes no solo han expresado descontento, sino también una profunda frustración.
La gente siente que fue engañada al elegir representantes que prometieron cambio y mejoría, pero que ahora se concentran más en lucir bien en cámaras que en atender los problemas reales de la comunidad.
DECEPCIÓN
Es una traición al compromiso que asumieron, y esta desconexión crea un abismo entre los vocales y las personas a las que supuestamente representan.
La crítica en la calle es clara: mientras algunos vocales buscan brillar en los medios, la comunidad sigue enfrentando problemas críticos de infraestructura, servicios públicos deficientes y desafíos sociales que no encuentran eco en quienes deberían ser sus voces.
Los electores cuestionan la seriedad y el compromiso de sus vocales y se preguntan si se eligió a personas verdaderamente comprometidas con el bienestar de la comunidad o a figuras que solo buscan construir su imagen pública.
Cuando los vocales se enfocan más en sus intereses mediáticos que en las preocupaciones de la gente, generan un desencanto que se traduce en falta de participación ciudadana, apatía y desconfianza. Los munícipes empiezan a ver a sus representantes como personas distanciadas de la realidad, lo cual debilita la cohesión comunitaria.
Si no se produce un cambio en la forma en que algunos vocales desempeñan sus funciones, el riesgo es que Verón-Punta Cana siga estancado, sin lograr las mejoras que necesita y sin la gestión que se merece.
La comunidad tiene derecho a exigir que sus representantes se enfoquen en su trabajo y cumplan con la responsabilidad para la que fueron elegidos. De lo contrario, el próximo ciclo electoral podría pasarles factura, y la comunidad, una vez más, buscará líderes que representen una verdadera esperanza de cambio.