PUNTA CANA; Las declaraciones recientes del diputado Eugenio Cedeño (PRM-La Romana) prendieron una polémica que exige reflexionar sobre la importancia del lenguaje en la comunicación política.
Cedeño afirmó que las mujeres casadas están obligadas a satisfacer las exigencias sexuales de sus maridos, y que este tipo de violencia no debería estar contemplado en el Código Penal.
Esta afirmación no sólo es desafortunada, sino que también evidencia la necesidad de que los políticos sean conscientes de cómo comunicar sus ideas.
El problema central con las declaraciones de Cedeño no reside únicamente en el contenido de sus palabras, sino en la forma en que fueron expresadas. Al decir que «si yo estoy casado con mi mujer y me quito el condón porque me dio la gana y yo quiero embarazarla a ella, aunque ella no quiera, es mi mujer», el diputado ignora los derechos de la mujer, y además revalida una visión retrógrada y machista del matrimonio.
Cuando un político aborda temas tan sensibles como la violencia de género, es esencial que lo haga con un lenguaje respetuoso y empático.
El uso de expresiones que deshumanizan o subordinan a un grupo, en este caso a las mujeres, es éticamente cuestionable y contraproducente para cualquier argumento que se quiera presentar.
En este caso, las declaraciones de Cedeño, además de ofensivas, trivializan la violencia sexual y acentúan estereotipos dañinos.
Los líderes políticos tienen una enorme responsabilidad en la forma en que comunican sus ideas. Sus palabras no solamente reflejan opiniones personales, sino que también tienen el poder de influir en la percepción pública.
Con su lenguaje altanero y desafiante, Cedeño olvida un aspecto elemental: Y es que los políticos deben comunicar con palabras que irradien entendimiento y reconozcan la dignidad y los derechos de todas las personas.