Nuestro Este sigue siendo pobre
Los datos que arroja el X Censo Nacional de Población y Vivienda en torno a la situación de los hogares a nivel nacional y especialmente en la zona Este es para seguir preocupados pues todavía, a pesar de la era tecnológica que vivimos, hay personas a las que no les ha llegado siquiera la tecnología de la estufa. Es creciente la desigualdad social.
La herencia de la pobreza es visible en las comunidades rurales, especialmente de la provincia El Seibo, Hato Mayor y La Altagracia. Todavía hoy, aunque usted no lo crea, hay muchas casas con pisos de tierra o de cemento. A esas viviendas no han llegado las famosas baldosas de los años 50s y 60s, y mucho menos la cerámica.
En muchos de estos hogares no ha llegado la energía eléctrica, especialmente en El Seibo, lugar en donde también más del 30% de las viviendas no tienen acceso a una correcta deposición de los desechos sólidos, ni de las excretas o heces fecales.
Contrasta grotescamente el desfase entre el pregonado crecimiento económico y los burlescos niveles de riqueza de grupos minoritarios con esta pobreza. La desigualdad existente en el país, pero de manera muy especial en las zonas Sur y Este es tremenda. De acuerdo al citado censo, los colores más acentuados en los mapas de las carencias están en estas dos regiones de nuestra amada República Dominicana.
Estos datos deberían ser inquietantes para quienes dirigen los destinos de nuestra nación, tanto a nivel municipal como nacional. Mientras exista tanta desigualdad social, no podrá saborearse en el pueblo los anunciados progresos macroeconómicos. Es necesario que también la microeconomía experimente tal desarrollo.
La pobreza siempre ha de ser una afrenta para los Gobiernos porque es el resultado final de acciones no efectivas en la educación, la salud y demás servicios elementales con los cuales se mide el desarrollo.