Cada mañana, en cualquier trayecto del siempre activo Bulevar Turístico de Verón-Punta Cana, el tránsito se paraliza de improviso. Hay veces en que las colas de vehículos se tornan kilométricas.
De entrada, aquel desorden en plena vía parece inexplicable. Pero bastan apenas minutos para entender las razones. Hombres que huyen aterrados de uniformados con armas largas, arrojan luz al escenario confuso: la Dirección General de Migración realiza su jornada diaria contra inmigrantes haitianos sin documentos que validen su presencia en nuestro territorio.
Cada operativo sorpresa es una acción peligrosa, humillante y descomunal. Los haitianos, en su carrera alocada por escapar, cruzan a toda marcha el pavimento de una vía donde se suele olvidar el límite máximo de velocidad.
¿Su peor riesgo? Quedar atrapados bajo las llantas de un automóvil veloz. O romperse una pierna (como ocurre con frecuencia), al tirarse por las ventanillas del autobús que los transporta a las construcciones donde laboran.
Todo un caos justamente incitado por representantes de la seguridad nacional y compromisarios directos del cumplimiento de la ley.
Las actuaciones escandalosas de Migración también espantan a los turistas que visitan a Punta Cana. Los viajeros buscan diversión y descanso, no ser testigos involuntarios de persecuciones excesivas con altas posibilidades de terminar en tragedias.
Estos operativos crean una atmósfera de tensión y confrontación en un entorno que debe ser refugio de relajación. Los turistas que presencian estas acciones pueden sentirse incómodos o temerosos por su propia seguridad.
Estas incursiones podrían incluso afectar sus experiencias de viaje y multiplicar impresiones negativas sobre el destino, con familiares y amigos, lo que a corto y largo plazo genera consecuencias adversas en la industria turística local.
Además, la percepción de inestabilidad y conflictos en una zona turística puede disuadir a futuros visitantes de elegir este destino para vacacionar. Seguridad y tranquilidad son factores clave en la decisión de viajar.
Urge, pues, pensar un equilibrio entre la aplicación de las políticas migratorias y la necesidad de mantener un ecosistema turístico distendido y seguro.