Punta Cana; La violencia machista es una de las manifestaciones más atroces de la desigualdad de género. El Estado, como garante de los derechos y seguridad de sus ciudadanos, tiene una responsabilidad ineludible en la protección de las víctimas de violencia machista. Sin embargo, la ineficacia de las medidas estatales es evidente en muchos casos.
Las denuncias y los apresamientos a menudo resultan insuficientes. Las fallas en el sistema judicial, la falta de recursos para refugios, y la escasez de programas de apoyo psicológico y económico son algunos de los factores que contribuyen a la perpetuación de este ciclo de violencia. La noción de que el amor al agresor es la causa de la permanencia de las víctimas en estos entornos es una simplificación dañina. Este argumento desvía la atención de las verdaderas causas estructurales de la violencia machista, como la dependencia económica y la falta de apoyo estatal.
En muchos casos, es el amor y la responsabilidad hacia los hijos lo que obliga a las mujeres a soportar situaciones insostenibles, en un intento desesperado de mantener una semblanza de estabilidad para sus familias. La soledad y la desesperanza de estas mujeres son agravadas por un entorno social que no siempre las apoya ni comprende su situación.
La estigmatización, la falta de empatía y la revictimización son barreras adicionales que enfrentan al intentar escapar de su infierno personal. Para abordar efectivamente la violencia machista, es esencial un enfoque integral que incluya educación en igualdad de género desde la infancia, fortalecimiento de las leyes y su aplicación rigurosa, y una red de apoyo efectiva que brinde refugio y recursos para las víctimas. Solo así será posible evitar que más mujeres mueran solas y sin esperanza.