Hoy, 30 de julio, faltan exactamente quince días para que las presentes autoridades entreguen el mando presidencial al nuevo gobierno que inicia el 16 de agosto, tal y como manda nuestra Constitución. En todo este tiempo, el presidente electo, Luis Abinader, ha estado trabajando en la conformación del equipo de hombres y mujeres que lo acompañará durante el siguiente cuatrienio al frente de la cosa pública.
Esta etapa es conocida como periodo de transición, por lo que ambas partes, salientes y entrantes, han creado comisiones técnicas para entregar y recibir, priorizando áreas que son fundamentales en la administración del Estado.
Es una fase sumamente importante, porque (al menos teóricamente) se entiende que los tomadores de decisiones actuales deben entregar la casa en completo orden a quienes serán sus sucesores. Sin embargo, no siempre ocurre así. Ya en otras trasferencias de mando hemos visto cómo durante este ciclo se cometen irregularidades de todo tipo, que incluyen disposiciones adoptadas a toda prisa, sin meditar siquiera las consecuencias para el país y las nuevas autoridades.
Esta transición no ha sido la excepción. En apenas días, el presidente Danilo Medina prohijó varias medidas que avivaron el rechazo de la opinión pública nacional, por considerarse apresuradas y sin el tiempo necesario para analizar sus alcances.
Los sectores sensatos de la población se preguntan por qué razón acelerar decisiones que merecen ser profundizadas con detenimiento y mesura. Este espacio de transición bien puede ser aprovechado para dejar las cuentas claras y exentas de cuestionamientos. ¿Cuál es la prisa, señor presidente?