Bávaro, Punta Cana.- Situada al sur del área peninsular del Parque Nacional del Este y separada de ésta por el canal de Catuano, la isla está considerada una de las más bonitas del Caribe.
Casi 68 kilómetros cuadrados de playas vírgenes de arena blanca, cristalinas aguas turquesas y cocoteros, que se han erigido como uno de los paraísos naturales más codiciados del sureste dominicano.
Antiguamente habitada por los indígenas taínos, que la llamaban Andamay, Cristóbal Colón la alcanzó en 1494 rebautizándola como Bella Savonesa en honor al savonés Miguel Cunneo, quien le advirtió que no pertenecía a La Española. Sin embargo, el nombre de la isla fue derivando hacia el de Savona, para quedarse más tarde en el actual Saona.
Protegida oficialmente desde 1975 y administrada bajo la Secretaría de Medio Ambiente desde el 2000, está a la espera de ser considerada como Patrimonio de la Humanidad.
Llegar hasta Isla Saona puede hacerse desde Bayahibe, Boca Chica, Juan Dolio, Bávaro y Punta Cana, trayecto que se cubre en grandes catamaranes con capacidad para entre 40 y 50 personas en un mínimo de hora y media. La excursión está disponible en todos los hoteles y touroperadores de la zona y suele partir a primera hora de la mañana con la intención de aprovechar al máximo la estancia en la isla.
La piscina más grande del mundo:
Desde los altos de Chavón la ruta resulta mucho más interesante (pues surca por tramos del río del mismo nombre, en el que fueron rodadas partes de las películas Apocalypse Now o Parque Jurásico), pero para eso es necesario contratar una excursión privada en lancha rápida.
En los más habituales catamaranes, la visita se suele combinar con fiesta, los canapés, la fruta tropical y los ritmos de la bachata o el merengue. Es la opción ideal para los espíritus más ociosos, pero no la mejor. Las excursiones de los distintos proveedores suelen tener el mismo tempo y las mismas escalas: parada en Mano Juan, disfrute de playa, almuerzo bufé, recorrido por manglares o bancos de arena y parada en la “piscina más grande del mundo”, una alberca natural de menos de un metro de profundidad situada a 400 metros de la costa donde la rutina marca bajarse y sacarse fotos con las estrellas de mar.
Al ser una isla celosamente protegida, Saona no permite más edificaciones que aquellas con las que ya cuenta, habiendo dos únicos asentamientos: Catuano, Destacamento de la Marina de Guerra ubicado en el extremo oeste de la isla; y Mano Juan, localidad principal que se sitúa al sur. Allí, un bonito pueblo de pescadores con casas de madera pintadas de color pastel, vive la mayor parte de su población y se intenta llevar recuento de todos los visitantes en su Centro de Recepción.
Cuevas y senderos:
Junto a Mano Juan se extiende la playa más larga de la isla, donde cada touroperador dispone de una zona privada con comedor,en cuyos bufés no escasean las langostas asadas, más un área de descanso provista de hamacas. Claro que venir a descansar sería imperdonable…
Isla Saona tiene dos senderos interesantes que recorrer. El primero discurre durante 13 kilómetros entre Punta Catuano y Mano Juan, pasando por la Laguna de los Flamencos y Punta Cacón. Allí se encuentra la Cueva de Cotubanamá, en recuerdo al cacique taíno que se refugió en ella a principios del siglo XVI, huyendo de las matanzas de Nicolás de Ovando, aunque finalmente fue capturado y ejecutado en Santo Domingo. El segundo va de Mano Juan a Punta Cruz, cubriendo 12 kilómetros y pasando por cinco cobertizos.
Además, en el arrecife de Caballo Blanco que se encuentra frente a la isla, existe un galeón del siglo XVIII donde pueden observarse cañones, anclas, municiones y objetos de metal en el fondo marino. Un enclave arqueológico sumergido que no dejarán de visitar los amantes del buceo y del esnórquel.
Reserva ecológica:
De las 539 especies endémicas de flora registradas en el Parque Nacional del Este, la mayor parte se encuentra en esta exuberante isla, habiendo varios ecosistemas: bosques semi-húmedos, matorrales y manglares, también llamados bosques salados.
En el canal de Catuano se encuentran cuatro especies neotropicales de manglar –mangle negro, rojo, blanco y botón–, cuya riqueza no es ignorada por los cruceros que cubren las excursiones.
La fauna tampoco se queda atrás, pues existen 112 especies de aves, 40 de peces, 124 de moluscos, 10 de corales y varias de reptiles y mamíferos. Destacan las tortugas marinas –carey, tortuga verde, caguama y tinglar–, las gaviotas zancudas, los flamencos y las cotorras verdes (en peligro de extinción), así como las iguanas rinoceronte, los manatíes o los murciélagos pescadores.
Con un poco de suerte, durante el trayecto de ida o vuelta a la isla, el viaje puede ser acompañado por delfines y ballenas. Eso sí, ni estrellas, ni conchas, ni caracolas en los bolsillos o bolsos. La tentación es grande, pero también debe serlo el respeto hacia una de las reservas ecológicas más importantes de la República Dominicana.