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Racismo y discrimen, ¿somos o no somos?

PUNTA CANA. Hay verdades que duelen y unas más que otras. Pero no siempre serán posibles palabras que suenen como música para nuestros oídos. Sí, voy a escribir sobre Lizzy George-Griffin, aquella chica que armó un avispero con su pregunta al presidente Luis Abinader.

Estoy convencido de que esa estudiante universitaria puso el dedo en una llaga que muchos dominicanos les duele cuando alguien la punza.

¿Qué nos molesta? ¿Qué nos recuerden lo que resistimos aceptar? A Lizzy George-Griffin la critiqué porque pienso que el libre juego de las ideas debe darse en el marco del respeto y la tolerancia. Incluso, se puede ser rebelde sin pecar de mal educado.

Ella dijo que los dominicanos somos racistas. Medio país agredió verbalmente a Lizzy con epítetos irrepetibles. No queda claro, sin embargo, si cada comentario iba contra el fondo de su pregunta al presidente, o si responden a la reacción natural del nacionalismo radical herido, lastimado.

Ese día, cuando vimos a Lizzy dar la espalda mientras Abinader respondía a sus inquietudes, las redes sociales se sobrecalentaron con mensajes de odio, más escasearon planteamientos e ideas que dieran lugar a un debate real.  

Yo rechazo la forma y me quedo con el fondo de la pregunta de Lizzy, porque creo que sí, que en nuestro país hay clasismo, racismo y exclusiones muy marcadas por motivos económicos, religiosos, ideológicos, de género y preferencia sexual.

¿Es mentira que los ricos reciben mejor educación y mejores atenciones médicas que los pobres? ¿Es un invento que todavía en la capital hay discotecas donde se impide la entrada a gente de piel negra?

¿Mentimos si decimos que hasta no hace mucho tiempo en la televisión y revista sociales no había negros ejerciendo la comunicación? ¿Es una falacia que a una estudiante-dominicana como ustedes y como yo-se le negó una beca para estudiar en España, porque llevaba su pelo afro?

¿Es una inventiva que las niñas negras desean ser como las blancas, tiñéndose el pelo rubio o acudiendo al salón para tenerlo lacio, como consecuencia de la presión social que ejerce el racismo y el sentimiento de superioridad de sus amiguitas?

¿También es falsa la frase cotidiana “maldito negro”, o que para ‘encastar’ nietos “lindos” muchos padres hacen cuanto puedan para evitar que sus hijas no se casen con hombres negros?

Hace falta mucha educación, información oportuna, leer mucho e investigar para conocer las raíces del discrimen que renegamos pero sufrimos. Cuando el Gobierno habla de promover un Estado Social y de Derecho, como plantea nuestra Constitución, admite que sí, que tenemos un largo trecho por caminar para vencer la exclusión social en diversos ámbitos.

El racismo y la discriminación suelen ocultarse por numerosas razones, aunque subyace en el comportamiento y acciones cotidianos. Lo sentimos a cada paso, con freses directas o encubiertas. Negarlo es mostrar apatía para resolver eso que tanto nos afecta.

Hemos asociado, por desconocimiento o adrede, el concepto racismo con la presencia masiva de haitianos en nuestro territorio. Eso dificulta ver que practicamos el racismo entre nosotros mismos, a diario y a todas horas.

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