PUNTA CANA; Poner nuestros planes de vida en manos del Estado, no es buena idea. El éxito es una construcción individual. Las exigencias a un gobierno no deben confundirse con las acciones personales para lograr resultados favorables en nuestras vidas.
Debemos exigir que los recursos estatales se inviertan en proyectos para el progreso colectivo. Pero el fracaso o éxito individual no necesariamente está ligado al cumplimiento o no de esas demandas. Cada individuo debe trazar su propio camino para alcanzar sus metas. Por esta razón, la elección de nuevas autoridades genera siempre expectativas que se convierten luego en frustraciones, porque la gente espera soluciones mágicas a cada uno de sus problemas.
El éxito individual no se alcanza por decisiones gubernamentales, sino a través del trabajo arduo, perseverancia y dedicación. No podemos esperar a que el Gobierno nos solucione todo, sin asumir ninguna cuota de responsabilidad. El Gobierno debe facilitar igualdad de oportunidades, eso sí. Y esto implica políticas inclusivas que fomenten una educación de calidad, acceso equitativo a servicios sanitarios, creación de empleos y apoyo a emprendedores. Pero no deleguemos sólo al Estado la búsqueda de nuestro bienestar.
Seamos protagonistas de nuestro propio destino, aprovechando las oportunidades que se presenten y superando los desafíos con determinación y creatividad. El Gobierno puede ser un aliado en nuestro camino al éxito, pero no lo miremos como garante único del progreso individual, porque moriremos decepcionados. La verdadera transformación comienza con nosotros mismos; con nuestra voluntad de enfrentar retos y perseguir nuestros sueños. Así que, en lugar de esperar soluciones oficiales milagrosas, tracemos la ruta que nos conduzca a la obtención de nuestros objetivos. Que nunca se olvide: el éxito es un viaje personal, no una dádiva del Gobierno.