La revolución de abril de 1965 constituye el hecho más relevantes en la historia contemporánea de la República Dominicana, por las implicaciones que ha tenido en el orden social, político e ideológico.
Bávaro, Punta Cana.- La importancia de esta revolución no radica sólo en el enfrentamiento de dos sectores nacionales, de la intervención militar norteamericana, sino en la conciencia creada en la juventud de la época de que no importa la fuerza, sino la razón y los ideales.
El 24 de abril de 1965 se sublevaron los campamentos militares «16 de agosto» y ’27 de febrero», ubicados al este de Santo Domingo y simultáneamente, miles de dominicanos salieron a las calles con el objetivo de restablecer el gobierno constitucional del presidente Juan Bosch, derrocado el 27 de septiembre de 1963, por una conspiración del Estados Unidos, la oligarquía y la jerarquía eclesiástica dominicana.
Luego de cuatro días, el presidente estadounidense Lyndon Johnson, decidió intervenir. El 28 de abril, se desembarcaron 42 mil marines, bajo el pretexto de proteger las vidas y los intereses de Estados Unidos. Tenía además el motivo implícito de “prevenir la emergencia de una segunda Cuba en América Latina”.
Aunque la intervención militar tuviera precedente en la historia norteamericana, esta presencia militar masiva sorprendió porque era más amplia incluso, que la fuerza invasora que este país manejaba en Vietnam en aquel momento.Los marines se unieron a los trujillistas, lo que afectó el «momentum» constitucionalista y llevó a las negociaciones que terminaron en la elección sangrienta y fraudulenta de Joaquín Balaguer en junio de 1966.
En los primeros seis meses de ese año, el Partido Reformista de Balaguer, junto al ejército, habían dirigido una campaña de terror que asesinó a 350 dirigentes del PRD, el MPD y otros partidos de izquierda para asegurar la victoria. El mismo Bosch, no podía salir de su casa para participar de su propia campaña presidencial, por la amenaza de muerte.
Con el apoyo tácito de la administración de Johnson, Balaguer presidió otra época traumática de la historia del país, conocida como “los 12 años”. Estos años de la nueva dictadura de facto diezmó sistemáticamente los movimientos opositores. Balaguer intentó borrar a todas las voces que lo oponían, llegando a eliminar a más de 3 mil dirigentes populares en los primeros cuatro años. Envió agentes tan lejos como a Bruselas para asesinar a Maximiliano Gómez, dirigente del MPD, mientras estaba en el exilio en 1971.