La constante pregunta es ¿hasta dónde debes amar sin renunciar a lo que eres?. Muchas veces este complejo espectro de amor resulta un tanto confuso y preocupante, ya que el amor propio cuelga, en reiteradas oportunidades, sobre la cuerda más floja.
Bávaro, Punta Cana.- Walter Riso es el gurú del amor y desamor del siglo XXI, el psicólogo, terapeuta y escritor ha dedicado una gran parte de sus estudios al extenso espectro del amor, desamor, amor propio y posibles patologías subyacentes. Inicia una breve introducción en su libro «Los Límites del Amor», explicando que pese a lo que digan los poetas, el ser humano no ama ni con el corazón ni mucho menos con el alma. Por el contrario ama con el cerebro. Es en este punto donde él aclara que el amor, al igual que todos los sentimientos y estímulos que siente el hombre pueden ser controlados.
Toca un tema bastante arduo de desarrollar en esta obra, «la voluntad de amar o de dejar de amar», por lo que expresa que tenemos toda la facultad de decidir amar como decidir dejar de amar. Sin embargo, los consultorios psicológicos están repletos de mujeres y hombres valientes que rebaten la idea de que el amor es incontrolable y totalmente irracional. El amor completo, el que incluye pasión (eras), amistad (philia) y ternura (ágape), no llega de improviso como un demonio o un ángel que se apodera de nosotros, también existe la voluntad de amar o de no amar. No sólo el amor nos «posee», también lo poseemos a él: nadie es víctima del amor sin su propio consentimiento», manifiesta el autor.
Una de sus más grandes disertaciones en este libro es que no es posible seguir utilizando el estigma de que el amor lo aguanta todo, entendiendo que ese todo puede ser dañino, nocivo, tóxico y destructivo.
Nuestra cultura ha hecho una apología al amor incondicional, el cual parte de una idea altamente peligrosa: «Hagas lo que hagas te amaré igual». Es decir, que a pesar de los engaños, los golpes, el desinterés o el desprecio, si los hubiera, en nada cambiarían mi sentimiento.
«Más allá de mi dignidad y a cualquier precio, hagas lo que hagas, te amaré per sécula seculórum. Amor ilimitado, irrevocable y eterno. ¿A quién se le habrá ocurrido semejante estupidez? Si el amor lo justificara todo, estaría por encima de los derechos humanos, la justicia y la ética. Entraríamos en un «todo vale» afectivo que funcionaría como una bomba de tiempo, donde el «ser para el otro» quedaría automáticamente validado y el «ser para sí» sería considerado una herejía», puntualiza Riso.
Reconocer que existen ciertos límites afectivos no implica necesariamente dejar de amar, sino aceptar la posibilidad de modificar la relación en un sentido positivo o simplemente alejarse y no estar en el lugar equivocado, aunque duela la decisión.
«Si crees que el amor lo justifica todo y que amar es tu principal fuente de realización, el amor se convertirá en una
obsesión y no serás capaz de renunciar al afecto o a tu pareja cuando debas hacerlo. La máxima es como sigue, así el miedo y el apego te bloqueen la mente y ablanden tu corazón: no importa cuánto te amen, sino cómo lo hagan.
El buen amor es un problema de calidad total. Cuando estás en una relación en la que no te aman como quisieras o no te respetan, pero sigues allí aferrada o aferrado pese a todo, esperando el milagro de una resurrección imposible, pasaste los límites del amor razonable e inteligente. Existe un punto donde la línea de lo no negociable se desdibuja y perdemos el norte», concluye su disertación.
Finaliza explicando que su libro va dirigido a todas aquellas personas carentes de amor y que desconocen el real funcionamiento de este extenso espectro. Igualmente funciona para personas que están en su mejor etapa pero que desean tener completa claridad de cuál es el norte de su relación. Aunque el escritor enfatiza que va dirigido a todas aquellas personas que quieran vivir el amor de una manera más tranquila y sosegada y sin tanta irracionalidad.
El mensaje es que no necesitas «amar el amor sobre todas las cosas» para vivir en pareja y que hay límites a partir de los cuales el amor se transforma en enfermedad o adicción. «Para amar no debes renunciar a lo que eres. Un amor maduro integra el amor por el otro con el amor propio, sin conflicto de intereses: Te quiero, porque me quiero a mi mismo, porque no me odio», añade.