VERÓN. Desde que el niño nace y mientras recorre sus primeros tres años de vida su proceso emocional, físico y social tiene un impacto directo en su desarrollo general y en el adulto en el que se convertirá en el futuro.
En los primeros meses y años, cada contacto, movimiento y emoción en la vida del niño redunda en una explosiva actividad eléctrica y química en el cerebro, pues miles de millones de células se están organizando en redes que establecen entre ellas billones de sinapsis (estructuras que permiten la comunicación).
Los estudios neurológicos señalan que los primeros años desempeñan un papel clave en el desarrollo de su cerebro, ya que los bebés comienzan muy pronto a aprender cosas acerca del mundo que les rodea, incluyendo durante los períodos prenatal, perinatal (inmediatamente antes y después del nacimiento) y posnatal.
Según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), en esos primeros años de la niñez las experiencias y las interacciones con madres, padres, así como otros miembros de la familia e incluso otros adultos que le rodean influyen sobre la manera en que se desarrolla el cerebro del niño.
De igual modo, explicaron que estas pueden tener consecuencias tan importantes como las de otros factores, entre ellos la nutrición suficiente, la buena salud y el agua pura. También la manera en que el niño se desarrolla durante este período que prepara el terreno para el ulterior éxito en la escuela, el carácter de la adolescencia y la edad adulta.
Cabe mencionar que los efectos de lo que ocurre durante el período prenatal y durante los primeros meses y años de la vida del infante pueden durar toda la vida. Todos los componentes fundamentales de la inteligencia emocional, confianza, curiosidad, intencionalidad, autocontrol y capacidad para relacionarse, comunicarse y cooperar con los demás que determinan de qué manera el niño aprende y establece relaciones en la escuela y en la vida en general, dependen del tipo de atención inicial que reciben de parte de sus padres, madres, hasta de los maestros preescolares y los encargados de cuidarlos mientras no están sus padres.
Naturalmente, nunca es demasiado tarde para que los niños mejoren su salud y su desarrollo, adquieran nuevas aptitudes, superen sus temores o cambien sus creencias. Pero, como ocurre con mayor frecuencia, cuando los niños no están bien encauzados desde un principio, nunca recuperan el terreno perdido ni alcanzan plenamente su potencial.
Cuando el niño tiene los tres años, ya es capaz de hojear libros, y puede sujetar el lápiz de una forma más correcta, saben navegar en internet al buscar sus muñequitos desde los aparatos electrónicos. Además de garabatos como le llaman, el niño en esta etapa hace dibujos con más sentido, pintando varios personajes que tienen relación entre sí y con su entorno. Por esto es muy importante comprender la necesidad de invertir en los niños pequeños, ya que así se maximiza su bienestar en el futuro.